miércoles, 7 de enero de 2009

El Arte Heráldico (primera parte)

Un Breve Acercamiento Histórico.
Texto: Juan José Dobles

Cuando se habla de la Heráldica, lo primero que se nos viene a la mente son los escudos utilizados por los Caballeros en la Edad Media: sus formas, sus colores y las figuras que en ellos se representan. Si bien esta concepción es parcialmente correcta, pensar que la Heráldica se restringe al simple oficio de decorar escudos sería quedarse muy corto en su definición.

El Diccionario de la Lengua Española define la Heráldica de manera bastante escueta y superficial: “Perteneciente o relativo a los blasones o a la heráldica. Arte del blasón.” Lo primero que podemos notar es que tal definición se concentra principalmente en la palabra como adjetivo, definiéndonosla a través de ella misma. Una vez superada la decepción y abrigando la inconformidad que el diccionario nos produce, podemos abordar el viaje más interesante hacia la historia y la cultura en busca de una mejor definición.

Más elaborada es la que nos presenta Wikipedia, la cual puede servir como punto de partida: “La heráldica es la ciencia del blasón, es decir el estudio de las armerías (o armas). Es también un campo de expresión artística, un elemento del derecho medieval y de las dinastías reales hasta nuestros días.”

En la Heráldica vemos converger en un momento específico de la historia europea muchas disciplinas del arte, el pensamiento y la cultura en general. Podemos iniciar este artículo estableciendo que la Heráldica es a la vez comunicación, filosofía, derecho, estética artística y registro histórico, por citar algunas de sus facetas más llamativas.

La Heráldica propiamente dicha se desarrolló en la Europa Medieval para identificar a personas, linajes e incluso colectivos humanos de manera icónica en un momento histórico en el cual la mayoría de la población era analfabeta y la utilización de las llamadas “imágenes agentes” se había extendido como una manera de propiciar el conocimiento intelectual a través del lenguaje simbólico, propiciando una sociedad que culturalmente respondía mejor a los estímulos gráficos que a los escritos. Con el paso del tiempo se utilizó también para representar locaciones geográficas como reinos, ciudades o provincias, e instituciones sociales, gremiales, nobles y eclesiásticas.

Su aparición como tal data del siglo XII, entre los hombres de la clase aristocrática feudal. Las fuentes coinciden en que el principal impulsor de la aparición del Arte Heráldico fue la evolución del equipo militar europeo entre los siglos XI y XII. La sofisticación de las armaduras, y principalmente los yelmos y cascos, como respuesta al desarrollo especializado de los armamentos, provocó un problema práctico en los campos de batalla: ¿cómo reconocer quién era quién cuando el equipo de protección impedía identificar los rostros? Esto en definitiva era algo sin importancia para los ciervos y soldados rasos, pero era inaceptable dentro del Código de Honor existente entre la nobleza y los cuerpos militares especializados que comenzaban a extenderse entre los reinos europeos de la mano del desarrollo de las órdenes militares y de caballería.

Basta con pensar en la indumentaria más común entre los caballeros de la época: muchos yelmos poseían un nasal que protegía la nariz contra los golpes; la cota de malla que protegía la cabeza y cuello también tendía a ocultar la parte baja del rostro y este, en muchos casos, quedaba finalmente oculto por una visera móvil.

Para responder a este problema, figuras distintivas y diseños geométricos específicos, conocidos como muebles o piezas, comenzaron a ser pintadas sobre los escudos de los caballeros. Es así como las figuras representadas en el escudo (conocido como blasón cuando está decorado con armas heráldicas) comienzan a identificar la identidad del caballero en cuestión, y poco a poco extienden su simbolismo para abarcar valores morales, habilidades, rasgos, hechos e incluso linaje vinculados a dicho caballero. Tal representación simbólica del individuo decantó en un sistema especializado cuyo lenguaje y reglas se fundamentaron en la necesidad de que los significados pudieron ser decodificados sobre una base similar en todos los reinos europeos, los cuales hablaban en su mayoría lenguas diferentes. Esto a su vez impulsó la aparición de los especialistas en dicho lenguaje heráldico, quienes pasan su conocimiento de manera gremial y cerrada, algo cotidiano en los oficios más especializados durante la Edad Media.

Los principales protagonistas en el manejo del conocimiento heráldico son:

El Escudero: este joven gentilhombre contaba entre sus principales obligaciones el cargar el escudo y las armas del caballero o noble al cual servía. Con el desarrollo de la Heráldica como un sistema de lenguaje simbólico que abarcó también la diplomacia, el Escudero toma un mayor papel al ser quien carga la representación simbólica de su Señor, permitiéndosele de esta manera una mayor participación en el intrínseco mundo de la política medieval.

El Heraldo: la función diplomática del escudero pronto alcanzó enormes grados de preponderancia que llevaron a la creación de una nueva especialización en la figura del Heraldo. Desarmados y sin valor real de rescate, los heraldos se convierten en la voz oficial de sus señores en los campos de batalla, disfrutando de una inmunidad de facto que les permitía ir de un lado a otro llevando mensajes sin ser atacados. Un heraldo era reconocido gracias a que vestía un tabardo heráldico: una túnica densa y descendiente hasta las rodillas la cual portaba las armas del señor en el frente, la espalda y las mangas. Esta prenda convertía al heraldo en símbolo viviente de las armas y el honor de su señor. Por lo tanto, un ataque contra un heraldo hubiese significado un pérfido acto de canallada y deshonor, válido motivo de una acción violenta de retribución. Pero existían otros tipos de heraldos, aquellos que se encargaban de las tres disciplinas heráldicas clásicas: Composición, Decoración y Blasonamiento. Estos eran los conocedores del código heráldico, encargados de llevar controles de los escudos de armas de nobles y caballeros por toda Europa a través de detallados y hermosos libros conocidos como Armoriales. Un noble o caballero que se respetara no sólo contaba entre sus servidores a varios escuderos, sino también por lo menos a un heraldo, encargado de presentarlo mediante el más elegante y correcto blasonamiento de sus armas en batallas, torneos y otros importantes eventos de la sociedad medieval.

El Rey de Armas: este era el miembro más alto en la jerarquía del conocimiento heráldico, y su título era una potestad sólo obtenida mediante reconocimiento real. El Rey de Armas es el encargado máximo en validar las armas escogidas por cada noble y caballero de un respectivo reino, así como el encargado de autenticar las armas de caballeros extranjeros a través del debido contacto con el Rey de Armas pertinente del reino de procedencia de dicho caballero.

Sobre el trabajo de los Reyes de Armas y los Heraldos descansó el poder institucional que dio origen al Derecho Heráldico, un sistema que regulaba (y en muchos países aún hoy en día regula) la utilización de armas y la reclamación de privilegios, linajes y honor ante la autoridad del Rey.

Se decía al principio de este artículo que la creación de escudos de armas es sólo una parte de la Heráldica. Y es que como se ha podido ver a través de lo expuesto anteriormente, la Heráldica crea todo un sistema de significación semiótica a través de elementos icónicos y de diseño gráfico que permiten la adecuada identificación tanto de la individualidad como de la colectividad. El escudo de un caballero no sólo nos dice quién era ese caballero, sino también cómo se definía así mismo, qué valores morales y espirituales tenían mayor preponderancia en dicha definición, cuáles elementos simbólicos sociales cumplían un papel importante dentro del entorno cultural de dicha persona y cómo todas estas consideraciones eran pasadas de generación en generación, transformándose y enriqueciéndose de los nuevos significados simbólicos que se tornaban importantes en determinados momentos históricos. Esto último es el ámbito de la cuarta y más nueva de las disciplinas heráldicas: la Heráldica Histórica.

La versatilidad semiótica de la Heráldica hace que el escudo físico como tal ya sea tan sólo un soporte más sobre el cual este arte puede verter sus significados simbólicos. De esta manera se adopta la usanza de los “objetos armados”, es decir, la capacidad de imbuir significación en cualquier objeto al decorarlo con los colores o figuras de las armas de un caballero o gremio en particular.

Es así como la Heráldica se encarga también de definir las reglas para la adecuada creación de banderines, estandartes, tabardos y otras piezas indumentarias, cimeras y otros decorados para los yelmos, carapachos y túnicas ecuestres, decorados arquitectónicos y sellos. Estos últimos fueron utilizados para marcar la propiedad sobre armas, armaduras e incluso caballos. Posteriormente se extendió su uso en la documentación oficial, sirviendo de registro jurídico del titular de las armas representadas por el sello. En el caso de los gremios artesanales, muchos de estos grupos utilizaron sus sellos armados para identificar los objetos de manufactura propia, dando origen a una práctica que podemos fácilmente identificar en el moderno uso de las marcas comerciales.

Bibliografía de Consulta:
“Medieval Heraldry”; Men-at-Arms Series, Osprey Military Books; Gran Bretaña, 1997.
http://www.wikipedia.org/
http://www.heraldaria.com/
“Diccionario de la Lengua Española”, vigésima segunda edición, Real Academia Española; Colombia, 2001.
“La Enciclopedia”, Salvat Editores, Colombia, 2004

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